La eterna Teresa Perales, unos Juegos por orgullo y amor propio

La zaragozana, que luce 26 metales paralímpicos, llega a Tokio entre algodones por una lesión en el hombro que le impedirá rendir a su nivel. “Quizás nade con un brazo, no me rindo, pero no sé si podré estar en alguna final”, dice.

Teresa Perales, 26 medallas paralímpicas, llega a Tokio pese a lidiar con una lesión en el hombro. Fuente: CPE

En sus charlas suele utilizar el cubo de Rubik como metáfora para encarar la vida. “A veces tienes que aprender a hacer las cosas de manera diferente o desmontar algo para volverlo a hacer y hallar la solución”, afirma Teresa Perales, una fuente de optimismo que desde joven supo cultivar esa capacidad para adaptarse a las adversidades y escenarios desafiantes. Su actitud y facultad para reinventarse han sido claves para resolver endiablados puzles en su camino y alcanzar el éxito en las más de dos décadas que lleva en la natación. Una vez más ha sacado esa resiliencia para abordar un arduo reto, acudir a los Juegos Paralímpicos de Tokio con una lesión en el hombro izquierdo.

Nada frena sus objetivos, competir está en su ADN. Con orgullo y amor propio trata de vencer al dolor y al tiempo para ampliar su leyenda. Lo de igualar las 28 medallas de Michael Phelps lo tendrá más difícil que nunca, aunque eso es lo de menos. Su medalla es haber llegado a la capital nipona. “No me rindo, pero no sé si podré estar en alguna final”, confiesa. El esfuerzo que ha hecho para estar en Japón ha sido exagerado, con horas y horas de rehabilitación, desoyendo algunas voces que le pedían que parase. La galardonada con el Premio Princesa de Asturias jamás ha tirado la toalla y no lo va a hacer ahora.

Teresa acumula en el bañador batallas, heridas y un sinfín de logros. Con 45 tacos sigue firme su egregia arquitectura y perpetua sonrisa que contagia. Más cerca del desenlace de su carrera que del punto de partida, exprime cada brazada al abrigo de los valores que le condujeron hasta la cumbre. Cada día con el tenaz deseo de continuar aprendiendo y con la misma determinación que le guió a la cúspide en la piscina. “Mi cabeza se rebela contra la edad, no me canso y mientras el cuerpo aguante, seguiré compitiendo”, afirma. Y eso que al principio no le gustaba. “Odiaba el agua, me daba miedo y me parecía aburrido nadar”, confiesa. De niña hizo gimnasia rítmica, pero lo suyo era el kárate, “Daniel Sam y el señor Miyagi me marcaron”, dice entre risas.

Quiso ser piloto militar, pero no le dejaron por un solo centímetro -mide 1,63 metros-. Empezó a estudiar Ciencias de la Educación en la Universidad de Zaragoza cuando a los 19 años contrajo una tuberculosis que degeneró en una neuropatía que le hizo perder la movilidad de sus piernas. “Me cabreé con el mundo, me parecía injusto que me tocase a mí porque no estás preparada para algo así, lo rechazas porque ya no tienes el control y no sabes qué te espera. Pero todo está en la cabeza, en la voluntad como motor para lograr los objetivos. Decidí no vivir en una continua queja, me di cuenta de que podía hacer un montón de cosas”, explica.

Para ella, quedarse en silla de ruedas no fue nada comparado con el fallecimiento de su padre por leucemia. “Su adiós me marcó mucho, me enseñó que la vida se escapa y ya está, así que hay que aprovechar cada momento que vivo porque es un regalo. También he tenido episodios malos, he llorado mucho y me he desesperado cuando no salían las cosas, pero si te rindes es cuando pierdes”, recalca. Teresa no desistió cuando ese primer verano sin poder caminar se zambulló en la piscina “muerta de miedo” porque no sabía cómo nadar, moverse o flotar. Ataviada con un salvavidas naranja y verde fosforito superó ese temor, se soltó y al año siguiente ya estaba ganando medallas. A Ramiro Duce, su primer entrenador, no le falló su ‘ojo clínico’ al aventurar que tenía entre manos un diamante en bruto al que pulir.

Un palmarés de lujo

Más de 60 preseas entre mundiales y europeos y 26 metales en cinco Juegos Paralímpicos (siete oros, nueve platas y diez bronces). La gran mayoría forjadas junto a Ángel Santamaría, su alter ego, su sombra en los últimos 20 años. “Con una mirada sabe cómo estoy, siempre ha sabido adaptarse a lo que necesito. Con los años han aparecido más dolores o dificultades por mi enfermedad degenerativa, pero miro el lado positivo y cambiamos la forma de entrenar. Ahora hago sesiones de más calidad, más trabajo fuera de la piscina y gimnasio, utilizo la handbike y un aparato para la hipoxia, que simula la altitud. Vamos planificando en función de cómo me encuentre ese día, sin ser estrictos, buscando la flexibilidad”, asevera.

La parte emocional también es un apartado importante en su preparación y acude a la música como herramienta para visualizar sus objetivos. “Reproduzco en mi cabeza desde la noche antes de la competición, siguiendo el ritmo de la canción. Es divertido, me hace sentir bien y, encima, me motiva porque siempre me imagino ganando”, bromea. En este último ciclo, la aragonesa volvió a ser campeona del mundo en 2019 en Londres y este año se colgó un oro y dos bronces en el Europeo de Funchal (Portugal) justo antes de lesionarse el hombro.

“El 17 de mayo es una fecha que tristemente no voy a olvidar. Sufrí una luxación aguda en el brazo izquierdo y me lo ha puesto difícil para Tokio porque se me sale”, indica. No llega como esperaba, pero sí con ganas de porfiar y de verter hasta la última gota de energía. “Son mis sextos Juegos Paralímpicos, lo llevo con orgullo, tiene mérito. Sé que la retirada llegará en algún momento, pero sigo dando guerra porque me chifla competir y convivir con mis compañeros”, añade.

Su abanico de pruebas se ha visto reducido y nadará el 50 espalda S5, el 100 libre S5 y quizás algún relevo. “La lesión no me da lugar a tener una recuperación completa para pelear por las medallas en Tokio, aunque sigo teniendo firme el espíritu paralímpico, que consiste en pelear y en darlo todo. No sé si llegaré a entrar en una final, pero estoy intentándolo en el camino. Somos resilientes y ante la adversidad sabemos plantar cara”, apostilla la zaragozana, a la que nunca hay que descartar en la lucha por el podio. Teresa es siempre Teresa.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Teresa Perales

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