Aún se encuentra en pleno proceso de formación, pero el ritmo vertiginoso con el que supera plazos y récords permite no permanecer ajenos a la poderosa irrupción de Alba García Falagán en el atletismo español para ciegos. Es una de las abanderadas de la nueva generación y está llamada a alcanzar cotas muy grandes por su talento y por sus fabulosas cualidades físicas. Plata en 100 metros y bronce en 200 en el Europeo, encara en Tokio sus primeros Juegos Paralímpicos dispuesta a dar el estirón.
“El trabajo está saliendo, pero no puedo quedarme con lo que he logrado, recién estoy empezando y esto requiere tiempo, tengo que seguir entrenando y mejorando”, proclama con la madurez de quien ya ha superado obstáculos. El primero, cuando con cuatro meses le diagnosticaron amaurosis congénita de Leber, una enfermedad genética bastante rara que afecta a la retina, reduciendo su visión a un 1,5%. “De día lo que ve una persona a 100 metros yo lo veo a un metro, apenas distingo bultos de cerca. Y de noche lo veo todo negro”, explica.
La joven de Alcalá de Henares (Madrid) creció como una más entre sus amigos, “mis padres nunca me sobreprotegieron porque estarían engañándome ya que el mundo real no es tu casa, tienes que salir fuera e interactuar con más personas, así que no puedes crear ninguna dependencia”. Alba siempre estuvo vinculada al deporte, comenzó con la natación, pero no le acabó de convencer. “No se me daba mal, aunque no me enganchó, y encima, siempre quedaba cuarta en las competiciones”, dice riendo. Con 10 años, su profesor de educación física le dirigió a un grupo multideportivo de la ONCE y se enamoró del tartán.
“Fue un flechazo, el atletismo me dio esa libertad que no siento en mi día a día en la calle. Cuando corro solo pienso en disfrutar, en sentir el viento en la cara y en cruzar la meta. Me hace feliz”, asegura. En sus inicios probó todas las pruebas posibles, “incluso lanzamiento de peso siendo una canija”, bromea. Pero se especializó en la velocidad, en 100 y en 200 metros lisos. En su debut internacional en el Grand Prix de Berlín en 2016 se llevó una plata y al año siguiente en el mismo escenario alemán se quedó a las puertas del podio en su primer Europeo absoluto tras ser cuarta en sus dos pruebas.
Oro mundial sub 20, un punto de inflexión
Su explosión llegó en 2019 en el Mundial de Nottwil (Suiza) al conquistar el oro en 100 y el bronce en 200 en categoría sub 20. “Ese fue el punto de inflexión en mi carrera, el fruto a tantos años de trabajo, ahí me di cuenta de lo que era capaz de conseguir si continuaba esforzándome y apostando fuerte por el atletismo”, añade. Ese sacrificio y talento, unido a la capacidad de mejora extraordinaria por edad y potencial, también le recompensaron en junio en el Europeo de Bydgoszcz (Polonia) con una plata en 100 y un bronce en 200 clase T12.
Éxitos que comparte con su otra mitad en la pista, su guía Jonathan Orozco, con quien esprinta desde hace apenas un año. El de San Martín de la Vega (Madrid), que lleva varias temporadas copando podios en campeonatos máster, ofreció sus servicios a la Federación Española de Deportes para Ciegos cuando conoció a Pedro Maroto, director técnico. “Quería echar una mano, en alguna competición había coincidido con atletas invidentes y me sorprendió esa pasión, entrega y espíritu de lucha que contagian. En febrero del 2020 empezamos juntos, llevábamos cuatro entrenos y en nuestro debut en el Meeting de Madrid batió el récord de 60 metros sub 20 -8.26 segundos-. Ahí empezó el vínculo especial que tenemos”, cuenta.
La pandemia de la Covid-19 frenó esa puesta en escena y no volvieron a retomar su función hasta septiembre. Desde entonces fueron acoplándose, puliendo detalles y sacando el máximo jugo a cada zancada y braceo. “Conectamos desde el minuto uno tanto dentro como fuera de la pista, aprendió rápido a leer mi carrera y a saber cómo estoy en cada momento. Correr con guía suponen muchas horas de preparación para coordinarnos, da una confianza tremenda saber que la persona que va atada a ti no va a dejar que te caigas o te tuerzas”, explica la madrileña.
“Es muy distinto y una gran responsabilidad correr con una atleta de élite que se juega sus objetivos. Cuando eres guía no existe margen de error, debo interpretar sus sensaciones, ser capaz de ir a su lado sin que ella se entere de que estoy ahí y controlar cada paso ya que no puedo ir por delante porque sería motivo de descalificación. Llevamos poco tiempo y nos hemos adaptado muy bien. Alba me está enseñando mucho, es una todoterreno, el no puedo no existe en su vocabulario, siempre predispuesta a intentar cada reto o cambio que le propongo”, tercia Orozco.
Ligados por una cuerda, ambos confían en volar sobre el tartán del estadio olímpico de Tokio. Alba se estrena en una cita paralímpica atípica para seguir aprendiendo, pero sin renunciar a nada. Humilde y osada, ve esta cita con la emoción de aquella niña que empezaba a corretear en el Centro de Recursos Educativos de la ONCE. “Soy sincera, estar en Japón ha sido una sorpresa, no acabo de asimilarlo porque mi objetivo era París 2024, ahí podré aspirar a medallas, pero lo afronto con mucha ilusión y con ganas de competir”, comenta. Su ‘lazarillo’ también se expresa en la misma línea: “Lo pienso y se me pone la piel de gallina. Cuando me comunicaron que estaba en la lista, lo primero que hice fue agarrarme a mi mujer y a mis hijas y llorar como un niño pequeño. Estamos disfrutando del camino y queremos saborear cada segundo allí”.
La joven atleta admite que aún se encuentra en un periodo de aprendizaje, pero una vez en los Juegos toca soñar. “Es una experiencia única que espero aprovechar para crecer. Llego fuerte, motivada y en un buen nivel de forma. Correr en un estadio tan grande impone, pero el que no haya público ayudará a rebajar la presión. Pelearé por dejarme la piel en cada zancada, quedar lo más arriba posible e irme con la sensación de haberlo dado todo. Ser finalista, llevarme un diploma y batir mis marcas personales (12.60 en 100 metros y 26.18 segundos en 200) sería un gran resultado. Y si cae una medalla, ni te cuento”, remata con una sonrisa.