Su sonrisa permanente se transforma en mirada fiera en el agua, su hábitat natural desde niña, donde se ha convertido en una nadadora versátil y competitiva para colarse entre las mejores del mundo. En la piscina Núria Marquès salpica su talento, ambición, ganas, y descarga todo su descaro, no se amedrenta ante nadie, algo que le ha permitido construir un currículum excelso a sus 22 años. La nueva muesca en su palmarés ha llegado en el Centro Acuático de Tokio con una dulce plata en 100 espalda S9.
Es su primera medalla en la capital japonesa, la tercera en unos Juegos Paralímpicos ya que en su debut en Río de Janeiro 2016 se colgó un oro y una plata con solo 17 años. La catalana, una de las joyas de la natación española, ha brillado en una de sus pruebas predilectas y en la que es la vigente campeona de Europa. Llegaba con más presión porque aparecía en las quinielas de las favoritas, pero sin acusar unos nervios que sabe canalizarlos a su favor y los transforma en energía en cada brazada.
La línea de poyetes recibió una procesión de reinas de la piscina, entre ellas, la deportista de Castellví de Rosanes (Barcelona). Le tocaba nadar por la calle cinco, escoltada a su izquierda por la australiana Ellie Cole -oro en 100 espalda en Londres 2012 y en Río 2016- y a su derecha por la estadounidense Hannah Aspden, la finalista con el mejor tiempo de la clasificatoria. Y por la tres aparecía la neozelandesa Sophie Pascoe, que tiene el récord del mundo en 1:07.41.
A Núria le gustan los desafíos, se crece cuanto más difícil se lo ponen, hay fuego hambriento detrás de esos ojos azules. Arrancó con brío, en tercera posición durante el primer largo. Tras el viraje apretó y empujándose con una sucesión de brazadas, antes de los últimos 20 metros adelantó a Pascoe (bronce con 1:11.15) y se quedó a un segundo del oro de Aspden (1:09.22). La brava nadadora entrenada por Jaume Marcé degustó la plata al tocar la pared en 1:10.26. El nivel en su categoría es tan elevado que hasta la doble campeona paralímpica se quedó fuera del podio.
Núria logra así el mismo metal que se colgó hace cinco años en Río de Janeiro en 100 espalda. “Cambia mucho la perspectiva de afrontar tus primeros Juegos a estar en los segundos, en Río venía de cero y ahora la presión era más alta porque había realizado campeonatos muy buenos. No puedo pedir más, llegar a la pared en el segundo puesto es un orgullo, estoy muy contenta”, ha explicado.
“Me siento muy bien, han sido dos años muy duros con la pandemia tras un parón de dos meses, psicológicamente incluso más, tuve que sacrificar muchas cosas y estos meses alejados de la familia para evitar cualquier contagio de la Covid-19. Este resultado es súper reconfortante y se la dedico a mi familia, amigos y a los compañeros, que me han ayudado mucho. Podría haber hecho mejor tiempo, pero lo he dado todo en la piscina. En estas condiciones he dado el 100% y con eso me quedo, estoy muy satisfecha”, ha añadido.
La barcelonesa nació con el fémur de la pierna izquierda más corto y tras varias operaciones, con nueve años le amputaron el pie para colocar una prótesis. Muy pronto empezó a sobresalir en la piscina, debutó en 2014 en Eindhoven en su primer Europeo con cuatro metales, en 2015 repitió el mismo número de preseas en su estreno en un Mundial, en Glasgow. En 2016 se llevó siete medallas continentales en Funchal y tocó la cima con un oro en 400 libre y una plata en 100 espalda en los Juegos de Río.
En 2017 en el Mundial de México subió al podio en seis pruebas -con tres oros-, elevó el listón en el Europeo de Berlín 2018 con siete preseas y en 2019 en el campeonato del mundo de Londres se llevó un oro y un bronce. En mayo de este año añadió a su increíble palmarés ocho medallas más tras firmar un gran Europeo en Portugal y ahora vuelve a tocar el cielo con una plata paralímpica en Tokio.