Eva Moral, una sonrisa de bronce en el triatlón de Tokio

La madrileña sube al podio en categoría PTWC y la ‘ParaTriArmada’ se marcha de los Juegos Paralímpicos con cuatro medallas.

La triatleta madrileña Eva Moral tras cruzar la línea de meta y ganar el bronce. Fuente: CPE

Su sonrisa electrizante nunca brilló tanto cuando tras una hora, 14 minutos y 59 segundos atravesaba la línea de meta. El sueño de Eva Moral se trocaba en realidad, medallista de bronce en PTWC en su debut en unos Juegos Paralímpicos tras una actuación sublime en una prueba extrema en la bahía de Odaiba. La madrileña saborea la recompensa de todas esas pequeñas semillas que ha ido sembrando a lo largo de su trayectoria y le da a la ‘ParaTriArmada’ española su cuarta presea en Tokio tras el oro de Susana Rodríguez-Sara Loehr, la plata de Héctor Catalá-Gustavo Rodríguez y el bronce de Álex Sánchez Palomero.

El alba la halló vestida con el tritraje, lista para la acción. El tiempo daba una tregua respecto a la primera jornada, las nubes y una brisa ligera aliviaban el tan temido calor, aun así, a las 6.30 de la mañana la temperatura del agua marcaba casi 30 grados y la humedad era del 83%. En la natación había experimentado una progresión en los últimos meses, aunque es el segmento donde más flojea. Pese a ello, llegó al pantalán quinta tras completar los 750 metros en 13.51 minutos.

Empezó fuerte en cada pedaleo con la handbike, pero en la tercera vuelta se le salió la cadena y tuvo que frenar. No claudicó y armándose de voluntad se recompuso para llevar a cabo un esfuerzo titánico. Puso sus músculos al límite y llegó a la última transición a un puesto del podio. Ya con la ‘carroza del demonio’, como ella llama a su silla de atletismo, la cual tiene tatuada en el brazo, la española superó a la francesa Mona Francis.

En los cinco kilómetros de carrera, en un circuito estrecho entre la arquitectura vertical y gris de Tokio y con las fuerzas menguando, Eva mantuvo la calma porque les sacaba ventaja a sus perseguidoras. Eso sí, no había pausa ni respiro, solo avanzar. Ocho minutos después de que la estadounidense Kendall Gretsch le arrebatase el oro al sprint a la australiana Lauren Parker llegaba la madrileña con la felicidad dibujada en su rostro.

“Os quiero papás”, gritaba entre lágrimas de emoción mientras su futuro marido y handler, Ángel Salamanca, la alzaba al cielo. Su nombre ya ha entrado en la historia del triatlón paralímpico. “Estoy muy contenta y feliz. Me ha pasado de todo en la prueba, nadando no era capaz de ver la boya de vuelta, pero he salido en la posición que quería y que podía salir, que era detrás de la holandesa -Margret Ijdema-, que sabía que en la bicicleta soy más fuerte que ella”, ha relatado.

Con la handbike tuvo el percance y las dudas llegaron: “Se me salió la cadena y se me cayó un pie, hubo un momento de confusión en el que pensaba que estaba perdida. Me acordé de las palabras que me habían dicho ante los compañeros de no dar por perdida ni por ganada la carrera porque es muy larga. Las dos primeras vueltas las hice muy fuertes, en la tercera me dijeron que no arriesgase en las curvas, que eran complicadas, tenía que tener la mente fría”. Así lo hizo para volar hasta la anhelada medalla de bronce.

Una deportista de superación constante

De pequeña agitaba sus pies, casi sin tocar el suelo, flotando entre pliegues de tul. Del ballet pasó al ciclismo y hace ocho años se precipitó con la bicicleta por un barranco de siete metros de altura en la sierra de Madrid. Su espalda chocó contra un árbol y sus piernas quedaron inmóviles, pero nunca quebraron sus sueños. Tras 20 días en la UVI y medio año en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo se agarró al triatlón para revertir la situación.

Desde su debut en 2014 se ha ido labrando un espectacular currículum con 20 medallas internacionales, la última y más importante, el bronce paralímpico que ya reluce en su cuello. “Estar aquí es un regalo y un sueño porque somos las diez primeras del mundo. Todavía no me lo creo y me queda mucho por llorar. Al llegar a meta no podía ni darle a la silla. Ha sido la carrera más dura por la presión, por los nervios. Antes de una carrera pienso en no defraudar a nadie, así que agradezco a todos los que han apostado por mí sin saber el resultado que tendría”, ha apostillado.

La cruz de la moneda en la segunda jornada del triatlón se la llevó Jairo Ruiz -bronce en Río de Janeiro 2016-. El almeriense tuvo que conformarse con el diploma tras ser octavo en PTS5 con un tiempo total de 1:02.48. El oro fue para el alemán Martin Schulz, la plata para el británico George Peasgood y el bronce para el canadiense Stefan Daniel. El andaluz no tuvo un buen día, salió del agua séptimo, dentro de las previsiones ya que no es su prueba fuerte. En la transición en la bici tuve un problema con la zapatilla en el que perdió unos segundos y en la carrera a pie no pudo dar caza a ningún triatleta.

“No he estado a la altura, desde el primer momento estuve fuera de la carrera, no hay excusas, mis rivales han ido muy rápido y ha sido difícil remontar. La sensación es muy agridulce, venía preparado para pelear por todo y no estoy satisfecho. Por mi nivel y por cómo me encontraba este verano podría luchar por mucho más. Así que a partir de la semana que viene prepararé la clasificación para París 2024, donde trataré de estar en el podio”, ha explicado.

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