Sara Martínez, un brinco de plata paralímpica sobre el foso de arena

La madrileña conquista en salto de longitud T12 la ansiada medalla que le faltaba en su palmarés con una marca de 5.38 metros.

La madrileña Sara Martínez logra la plata en salto de longitud, su primera medalla en unos Juegos Paralímpicos. Fuente: CPE

Había sido bicampeona de Europa y varias veces medallista mundial. La carrera de Sara Martínez está hecha a base de caerse y levantarse, es un monumento a la constancia, al que le faltaba un remate, el podio en unos Juegos. Era su amor no correspondido, cuatro citas paralímpicas que le habían dado calabazas. Pero se dice que no hay quinto malo y en Tokio llegó la catarsis de emociones y una alegría liberada con una plata en salto de longitud T12 (discapacidad visual), el sumun de su trayectoria.

En ciertos momentos de la temporada afloró en ella un cierto desencanto con la modalidad que practica desde pequeña. Solo tiene 31 años, lleva 17 en la élite y la rutina de vivir en una burbuja de sacrificios y renuncias ya no le llena como antes. “Ya no habrá más Juegos para mí, lo tengo decidido. Estoy cansada, llevo desde que era una niña, hasta le he cogido un poco de tirria. He dejado muchas cosas en mi vida a un lado por el atletismo, ha sido un toma y daca, estoy orgullosa de lo conseguido, pero ya no me compensa tanto”, expresó en una entrevista con este medio antes de viajar a la capital japonesa.

Quizás pueda cambiar de opinión con este metal e intente clasificarse para París 2024. De momento, en la madurez de su singladura, saborea la ansiada medalla. No necesitó hacer su mejor marca, 5.81 metros, ni siquiera su tope este año -5.49-. Solo se inclinó ante la ucraniana Oksana Zubkovska, la tiránica dominadora del foso, que sumó su cuarto oro consecutivo. La madrileña, que nació con opacidad corneal bilateral, una enfermedad genética y hereditaria, empezó el concurso con 5.22 metros.

En el segundo intento consiguió el resultado que a la postre le daría el metal. Con un sprint potente y fluido por el pasillo, apoyos seguros ante la tabla, un brinco y sus piernas largas volaron hacia la eternidad. Los 5.38 metros le situaban segunda, posición de la que ya no se movería porque la argelina Lynda Hamri hizo 5.33 (bronce) y la uzbeka Yokutkhon Kholbekova se quedó en 5.32. Por su parte, la sevillana Sara Fernández fue séptima con 4.85 metros.

En el tercero Sara Martínez logró 5.21, luego bajó a 4.09, subió a 5.14 y en el último, sabiendo que ya era medallista, no hizo un salto limpio. Manos a la cabeza, emoción y un abrazo eterno con Pedro Maroto, su entrenador y cuñado.  “He ido más relajada de lo que pensaba, ayer tuve trabajo con la psicóloga, Manuela Rodríguez, y estaba tranquila. El nivel ha sido bastante flojo, pero estoy muy contenta a pesar de que no haya sido una gran marca. Ya me tocaba la medalla, son muchos años queriéndola”, ha recalcado.

Inició su camino con 14 años en Atenas 2004 siendo séptima, fue undécima en Pekín 2008, quinta en Londres 2012 y cuarta en Río 2016, donde sus lágrimas regaron la arena de Maracaná tras quedarse a un centímetro del bronce. La recompensa a su perseverancia y trabajo llega con una plata que cura sus heridas y que puede darle alas para continuar volando unos años más sobre el foso.

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