Jota García, una luz en la oscuridad entre brazadas, pedaleos y zancadas

El triatleta madrileño, ciego desde hace una década, cumplirá el sueño de competir en unos Juegos Paralímpicos. En Tokio, junto a su guía Pedro Andújar, aspira a subir al podio.

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Jota García en la bici con su guía Pedro Andújar durante un campeonato de España. Fuente: Fetri

Tumbado sobre la camilla del quirófano y bajo la blanca iluminación de las lámparas, Jota García le espetó a aquella amable doctora que le miraba con ternura, el último rostro que sus ojos contemplaron, que en unos años le vería por televisión compitiendo en unos Juegos Paralímpicos. Casi una década después bailando con la ceguera, esa frase profética se ha cumplido. “Sabía que el deporte me ayudaría a salir adelante”, recalca. Y no se equivocó. El triatlón se convirtió en el cimiento de su día a día. Con brazadas, pedaladas y zancadas encendió una nueva luz en su vida hasta erigirse en uno de los mejores del mundo. En Tokio, abrazado a Pedro Andújar, su guía, buscará una medalla. “Soñamos con el oro, aspiramos a lo máximo”, avisa.

Ese optimismo irredento viene en su ADN, un valor que ha ido cultivando desde pequeño, cuando le gustaba corretear y jugar al fútbol por las calles de Buitrago de Lozoya, a los pies de la Sierra de Guadarrama. Desde los siete años supo domar a la uveítis que le habían diagnosticado: “Es una enfermedad que afecta a la úvea, la que más vasos sanguíneos tiene y la que se encarga de transmitir la sangre al ojo. A veces tenía brotes inflamatorios que me producían bajada de visión, hasta que me quedé sin ver por el ojo izquierdo. Gracias a la educación que me inculcaron mis padres y que lo trataron con la mayor naturalidad posible, siempre lo afronté con sencillez, entereza y actitud positiva”.

Con 23 años sufrió otro revés, aunque esta vez al volante cuando un accidente de tráfico le dejó el brazo derecho en estado catastrófico. “Volqué en una rotonda y quedó triturado entre el techo del coche y el asfalto. Me trasladaron en helicóptero al hospital y estuve cinco días en coma, los médicos les dijeron a mis padres que si sabían rezar que lo hicieran. Estuvo a un hilo de que me lo amputasen, aunque al final lo salvaron, me quedó una cicatriz grande, pero recuperé la movilidad”, explica. Y como no hay dos sin tres, seis años después le llegó el golpe mayúsculo, la oscuridad llamó a su puerta. Paradojas de la vida, en esa época estaba terminando la carrera de Óptica y Optometría.

“Era vocacional, pero claro, no pude ejercerla, un óptico y optometrista ciego total causaría un poco de desconfianza en el paciente”, dice entre risas. No olvida las horas previas a la operación aquel 26 de diciembre de 2011: “Por la noche estuve viendo la película de ‘Torrente 4’ en casa con mi gente más cercana y al día siguiente me levanté tranquilo, sabía lo que me esperaba. Mis hermanos y mis padres me acompañaron y la cara de la doctora fue lo último que vi, ya no volvió a aparecer más la luz”, relata. Jota supo amortiguar cada golpe con tenacidad, nada le iba a borrar esa pícara sonrisa de su rostro. Pese a que tuvo algunos episodios duros en los que le costó salir de la habitación, su entorno y su fortaleza mental le dieron el empujón para pasar página rápido.

El triatlón, la tabla a la que se agarró

Y en cuanto le dieron alas echó a volar a través del triatlón, ese deporte para “súper mujeres y hombres” que un año antes le dejó prendado durante una prueba en su pueblo. “Se me quedó grabado a fuego y cuando todo se fundió a negro enfoqué mis esfuerzos para visualizar cómo hacer un triatlón siendo ciego. Fue la tabla a la que me agarré”, asegura. En 2013 el destino quiso que su bautismo fuese en casa, en Buitrago de Lozoya, junto a Fran Nieva, su primer guía. “Es uno de los momentos más bonitos de mi trayectoria. Yo era un analfabeto de este deporte y Fran me lo enseñó todo, fue el maestro ideal para hacer del triatlón un estilo de vida”, subraya.

Tras su debut ya no había forma de refrenarlo y los resultados llegaron, eso sí, no antes sin superar obstáculos y picar mucha piedra hasta alcanzar la cima. “No ha sido un camino fácil, he tenido que remar a contracorriente. La clave de mi evolución es que no me he saltado ningún paso para llegar tan lejos, no existen atajos ni varitas mágicas que te hagan subir de repente, solo trabajar, cumplir etapas y ser fiel a mi estilo disfrutando cada día”, añade. El salto cualitativo lo dio en 2017 y en los dos cursos siguientes obtuvo sus mayores logros con Ángel Salamanca como ‘lazarillo’. 2019 fue su mejor año, con un oro y un bronce en las Series Mundiales de Yokohama y Montreal, respectivamente, fue quinto en el Mundial y campeón de Europa en Valencia.

Sin embargo, decidió prescindir de su guía porque faltaba “esa conexión especial para formar un binomio total y que funcione a la perfección”. Ese ‘feeling’ lo encontró en Pedro Andújar en el año de la pandemia de la Covid-19. Él, su entrenador Nacho Jiménez y su compañero Luis Molina, con quien ha estado entrenando cada día, forman el ‘Jota Blind Team’. “Con Pedro encajé mejor, tenemos la misma filosofía, nos encanta lo que hacemos. Es muy exigente y a mí me viene genial tener al lado a una persona que me apriete porque eso repercute en mi rendimiento. Su inteligencia emocional sabe llevar mejor mi rabia o frustración cuando las cosas no salen”, comenta.

Al cartagenero, que figura entre los seis españoles más rápidos en distancia Ironman -bajando de las ocho horas- junto a ilustres como Javier Gómez Noya, Iván Raña o Eneko Llanos, le costó un par de noches aceptar el reto de ser los ojos del madrileño. “Cuando me lo propuso mi entrenador, Guillermo Olcina, la primera respuesta fue que no. No me veía capacitado para esa función por el miedo a afrontar algo diferente y por la responsabilidad que conlleva ser el guía de una persona ciega. Pero lo pensé fríamente y al final el proyecto era espectacular y me enganchó, así que no pude decir que no”, cuenta.

Un tándem exigente y competitivo

Se estrenaron en 2020 con una plata en la Copa del Mundo de Alhandra (Portugal) y esta temporada solo disputaron las Series Mundiales en Yokohama, con otra plata. “Aunque hemos competido poco, nos hemos acoplado muy bien como pareja, cada vez vamos a más, hemos experimentado una gran progresión, nos compenetramos muy bien. Jota me lo ha puesto fácil, tenemos una personalidad parecida, somos exigentes y competitivos, eso nos hace crecer como equipo. Vengo del ciclismo y es mi punto fuerte, donde mejor le puedo ayudar, pero estamos a un buen nivel en los tres segmentos”, afirma.

Ahora les llega un desafío de mayor envergadura, los Juegos Paralímpicos. “Físicamente estoy muy bien, tuve algún problema en el tendón de Aquiles y por prevención decidimos no acudir a algunas pruebas, pero ya estoy a tope. Tengo mayor capacidad de sufrimiento, más madurez, mentalmente fuerte, por tanto, las sensaciones son magníficas, estamos muy motivados. Somos bastante regulares en las tres disciplinas, la natación está siendo más fluida y en la bici y en la carrera a pie vamos más rápido. El circuito en el Parque Odaiba es muy clásico al sprint, lo tenemos bien estudiado”, tercia el madrileño.

En Tokio tendrán a duros rivales como el británico Dave Ellis, el español Héctor Catalá con Gustavo Rodríguez o el australiano Jonathan Goerlach. “Buscamos dar lo máximo, pensamos en una medalla, lo tenemos claro, pero todos quieren el mismo premio. Lo que más nos preocupa es que el día de la competición demos nuestra mejor versión y una vez cruzada la meta, quedarnos con la sensación de haberlo dado todo”, sostiene Andújar.

“No somos favoritos, pero estamos en la quiniela para subir al podio. Somos ambiciosos, vamos a pelear por el oro, soñamos con ello. Pedro y yo no sabemos entrenar para ir a por la plata o por el bronce, queremos la victoria, aunque la carrera nos pondrá en nuestro sitio. A los que pretendan ganarnos se lo vamos a poner muy difícil. Pase lo que pase, la mayor recompensa será mirar atrás y sentirse orgulloso y ver que hemos disfrutado del trayecto”, sentencia Jota, que espera dedicarle una medalla a Roque, su hijo recién nacido, a su mujer Gloria, “el motor de mi vida”, a sus familiares, amigos y a Thelos, la perra labradora que vela por su seguridad.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Jota García

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Pedro Andújar

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