El oro en Tokio, el enésimo desafío de Alfonso Cabello el insaciable

Con 27 años el ciclista andaluz posee seis maillots arco iris y tres medallas en los Juegos Paralímpicos. En el velódromo japonés aspira a la presea dorada en el kilómetro contrarreloj.

Con entrenamientos a 40 grados en un velódromo yermo, abandonado y cubierto de cristales comenzó a forjarse la leyenda de Alfonso Cabello. Su llegada a la cima no ha sido una singladura fácil, pero desde esos primeros pedaleos su dominio ha sido indiscutible en el kilómetro contrarreloj categoría C5, una prueba que es coto privado del insaciable y voraz ciclista andaluz. Seis oros mundiales y tres preseas paralímpicas -un oro y dos bronces- lucen en su palmarés. El ‘Rayo’ de La Rambla (Córdoba) quiere volar ahora en el oval de madera de Izu en los Juegos Paralímpicos de Tokio: “Voy a por el oro”.

El hambre de victorias de Cabello sólo es comparable a su gran capacidad competitiva y a la determinación que le han acompañado desde pequeño, cuando empezó a sortear obstáculos. Un día en el colegio se habían reído de él porque no podía abrocharse los cordones. Nació sin antebrazo izquierdo. “Lloré, pero me pasé toda la tarde practicando hasta que me salió. Al día siguiente demostré que era hasta más rápido que ellos en atármelos. Eso me hizo crecer sin complejos y creyendo en mis capacidades, aunque tuviese que esforzarme más que el resto”, relata.

La bicicleta era su pasión y con nueve años ya descollaba. En una carrera de ciclismo escolar en Pozoblanco la gente le miraba con ojos compasivos y los niños a los que se enfrentaba lo hacían con miedo a que los tirase al suelo. Cabello se presentó a la prueba con una bici sin adaptación, sin prótesis ni freno delantero y ganó a todos. “Por más logros que consiga, esas vivencias nunca se me olvidarán, son mi esencia. Lo que soy hoy día se lo debo a esa actitud y educación. Soy muy tenaz y nunca me rindo ante las adversidades, cuanto más difíciles me ponen las cosas, más me motivo y más coraje le echo”, asegura.

Ha derramado lágrimas y ha sacrificado muchas cosas por la búsqueda de la felicidad a través del ciclismo. En 2011 sufrió el primer sinsabor de su trayectoria. Había dos plazas en su categoría para acudir al Mundial de Dinamarca y pese a ser el campeón de España de carretera, le dejaron fuera. “Tenía un nivel alto, pero no me llevaron. Era un chaval y creían que no aguantaría la presión de un campeonato del mundo. Eso me jodió y estuve a punto de dejarlo. Y más porque José Diego Jara ganó el oro y al no participar yo, ya no había opciones de ir a los Juegos de Londres 2012”, cuenta.

Aquello motivó su transición a la pista, la única vía que tenía para estar en Londres. En apenas un par de meses pasó de la aflicción al júbilo tras ganar dos bronces en el Mundial de Los Ángeles que le dieron el billete para sus primeros Juegos. En los meses previos, su padre barría los restos de vidrios de los botellones juveniles en el velódromo de Posadas (Córdoba) para que su hijo pudiese entrenar. Mientras, sus rivales se preparaban en instalaciones con calefacción y aire acondicionado. “Si tuviese que repetir, lo haría. Eso me hace darme cuenta de lo que he tenido que pasar para llegar lejos”, recalca.

Lograr la clasificación fue una odisea, era muy joven, tenía poca experiencia y la selección era una potencia. “Aposté ciegamente, me fui a Palma de Mallorca para prepararme y dar en cada sesión el 180%. Pasé momentos de pena, me caí, se me infectaron las heridas, me salieron las muelas de juicio, pero no me perdí ni una sola serie. Vivía por y para la bici, solo salía para comprar comida. Cuando llegué a Londres pensaba en lo que había sufrido, tenía que hacer valer todo ese esfuerzo. Y me llevé el oro”, prosigue.

Sexto maillot arco iris

La pasada temporada arrancó con brío tras colgarse su sexto oro mundial: Aguascalientes 2014, Apeldoorn 2015, Italia 2016, Río de Janeiro 2018, Holanda 2019 y Milton 2020. “Esta última fue la competición en la que mejor corrí y en la que más fuerte me vi. Un kilómetro contrarreloj tiene más horas de preparación que un Tour de Francia, es una prueba tan específica en la que todo pasa tan rápido que cualquier mínimo detalle marca las diferencias. Pese a ganar tantas medallas y llevar años haciéndola, es ahora cuando estoy sabiendo correrla”, confiesa.

Todos en su categoría se rinden a los pies de Cabello. “En Canadá fue la primera vez que los británicos, que son mis rivales por excelencia, vinieron al box de España para darme la enhorabuena. Eso me enorgullece ya que Gran Bretaña es la cuna del ciclismo en pista, tienen las mejores infraestructuras y sus corredores siempre son recelosos a darle el respeto al rival. Hay ciclistas que son superiores a mí físicamente y tienen condiciones de entrenamientos más favorables, pero les hago frente con inteligencia, constancia y con muchos cojones. Soy un currante que se esfuerza y trabaja duro para cumplir sueños”, subraya.

Este año se canceló el Mundial por la pandemia de la Covid-19 y el cordobés apenas ha podido competir en pista internacionalmente. Sí pudo hacerlo en España, codeándose por tercer año consecutivo con la élite en el campeonato absoluto. En los dos anteriores se llevó un bronce y una plata en Valencia, y en la última edición en Tafalla (Navarra) se hizo con un bronce en su prueba y con un oro en la velocidad por equipos con el Gurpea Track Team junto a Juan Peralta y Sergio Aliaga. Un resultado que le dio un impulso para preparar el gran desafío de este ciclo, los Juegos Paralímpicos de Tokio.

“La falta de competiciones no es un hándicap, lo veo incluso como una ventaja, ya que me ha permitido centrarme en el objetivo de los Juegos y llevar la preparación al 100% encaminada para ese día. Los afronto con tranquilidad, he reseteado la cabeza y me encuentro genial física y psicológicamente, rendí muy bien en las anteriores pruebas y creo que puedo dar un punto más de nivel en los Juegos. Voy con la seguridad de que el trabajo está hecho”, apunta el ‘pistard’ español. En el velódromo japonés, además de pedalear para combatir con el tiempo, también tendrá que lidiar con la factorización de esta prueba, ya que se mide con ciclistas de la categoría C4, a los que se le aplica un factor de ventaja de siete décimas de segundo.

“En Río 2016, donde logré el bronce, era peor porque les daban casi dos segundos y ahora el factor ha bajado. Lo que antes era un escalón insalvable se vuelve una diferencia complicada, pero factible. Tengo opciones de hacer algo bonito, no sé cómo estarán mis rivales ni la evolución que han tenido porque desde 2019 no competimos, pero lo normal es que me juegue el triunfo con el británico Jody Cundy. Me hace mucha más ilusión conquistar un oro en unos Juegos que lograr 20 títulos más de campeón del mundo. Si ganase en Tokio sería lo más grande, algo muy deseado”, apostilla el devorador de medallas que con humildad, perseverancia y trabajo ha construido un palmarés excelso.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Alfonso Cabello

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