Hace más de dos años, cuando Miriam Martínez aprendía a volver a andar y daba sus primeros pasos atada a una goma que sostenía su padre, se giró a este y le espetó: ‘¿Te imaginas si algún día voy a unos Juegos Paralímpicos?’. Su progenitor rompió a llorar. Hoy, Jaime Martínez, que fue mediofondista, quizás haya derramado lágrimas, pero de emoción al ver a su hija en el podio de Tokio con una plata. La alicantina se ha colgado la medalla en lanzamiento de peso F36 gracias a su fuerza, coraje y espíritu indomable.
En toda situación negativa anida una oportunidad, la clave está en encontrarla y eso fue lo que hizo Miriam a través del atletismo. En 2018 le sobrevino un daño cerebral que le dejó paralizado parte del cuerpo. “Fue de golpe y porrazo, empecé a sentir unos hormigueos en la cara y lo achaqué al ritmo de vida. Luego pasó a la pierna, me afectó al tragar, al control de esfínteres y perdí visión. Me diagnosticaron una enfermedad neurodegenerativa, tengo afectación en las extremidades”, explicaba en una entrevista con este medio.
No podía ni mantenerse en pie, pero su mayor preocupación era cuándo volvería a correr. Su pasión era el fútbol sala y llegó incluso a jugar en Primera División. “Los mensajes de los médicos eran negativos, me decían que si caminaba ya me podía dar por satisfecha. Desde el primer minuto supe que no habría poción mágica y que el deporte sería mi medicina. Eso fue lo que me salvó”, aseguraba.
Lleva menos de un año en el círculo de lanzamiento y su progresión ha sido meteórica. La mano que la pule cada día es Ainhoa Martínez, una de las mejores lanzadoras de España, que se ofreció a ser su entrenadora y encajaron a la perfección. Y entrena en el Club de Córrer el Garbí junto a dos referentes del atletismo, Héctor Cabrera y Kim López -doble medallista de oro paralímpico-.
Estajanovista del esfuerzo y del trabajo, gracias a su porfía ha demostrado no tener límites. Venía de ganar el Europeo en Bydgoszcz (Polonia) y en Tokio ha desplegado su potencial para colarse entre las mejores lanzadoras y poner al peso español en órbita. Ya en el primer intento se acurrucó la bola de acero de tres kilos y la hizo volar hasta los 9.62 metros, mejorando en seis centímetros su mejor marca personal. Ese registro fue una barrera insuperable para sus perseguidoras y solo se inclinó ante la rusa Galina Lipatnikova, que alcanzó los 11.03 metros.
En los tres siguientes estuvo por encima de los nueve metros (9.39, 9.60 y 9.30). En el quinto hizo nulo y cerró su concurso con 8.99. Le sacó 26 centímetros a la china Wu Qing, que consiguió el bronce (9.36). “Todavía parece que no haya puesto los pies en el suelo y es un sitio del que no me quiero bajar, donde soñaba estar hace tres años. La vida me cambió y ahora mismo me acaba de cambiar otra vez. Estoy que no me lo creo”, ha recalcado la alicantina.
“Hace un par de años lo hablaba con mi padre, caminábamos por primera vez y decíamos que ojalá pudiese ir a unos Juegos, pero era algo que se nos quedaba muy grande. Por entonces es que ni siquiera pensaba que podría caminar. Siempre he amado el deporte, él también, esto es un sueño, hoy he puesto más el corazón que otra cosa”, ha añadido la atleta.
Miriam ha asegurado que no iba sobrada de energía en estos días previos a la competición, ya que por su enfermedad sufre brotes por los daños cerebrales y cada día tiene que reinventarse y adaptarse a nuevas situaciones. Por ello, si quería coger medalla tenía que poner su cuerpo al límite y dar lo mejor de sí misma en el primer lanzamiento.
“He gastado todos los cartuchos en el primero, después intenté mejorarlos, pero las piernas estaban fallando bastante hace días. Gracias a los médicos que tenemos aquí, que son enormes, han hecho que el primer intento fuese muy bueno y he tenido la cabeza muy fría. Se lo dedico a mi familia, hemos vivido malos momentos, pero, aunque nos cambie la vida, al final puede acabar en algo maravilloso”, ha explicado.