Isa López, sangre azteca y garra española en la cancha

La ala-pívot hispanomexicana debutará con la selección de baloncesto en silla de ruedas en los Juegos Paralímpicos de Tokio tras más de cinco años entrenando y sin poder jugar con España.

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Isa López debutará con la selección española de baloncesto en silla en los Juegos de Tokio. Fuente: FEDDF

Hace algo más de cinco años, cuando Abraham Carrión, el catalizador de la mejor época del baloncesto femenino en silla de ruedas, le propuso solicitar la nacionalidad para jugar con el combinado nacional, Isa López apenas se lo pensó. Acumulaba un gran bagaje con México, pero tenía decidido que desde entonces la bandera a la que honraría sobre el parqué sería la de España, a pesar de renunciar durante un largo periodo a competir. Un lustro después, la ala-pívot de sangre azteca será una ‘guerrera’ española más en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Se ha ganado una plaza a base de empeño, constancia y sacrificio.

“Tanto tiempo entrenando con ellas y quedándome en casa viéndolas jugar a través del ordenador fue duro, pero ha merecido la pena porque la recompensa ha llegado. Estoy muy feliz”, confiesa. Sus huellas comienzan en Guadalajara, cuna del mariachi y del tequila, sede cultural y turística de México, y también la tierra de uno de los carteles más poderosos, el de Jalisco Nueva Generación. Su infancia la pasó entre quirófanos y visitas a médicos. Y en su tiempo libre jugaba al fútbol en la calle y también en la escuela, hasta que el equipo de su colegio la excluyó por su discapacidad.

“No querían asumir riesgos. Me gustaban los deportes, pero apenas pude practicarlos de niña por el problema que tenía. Nací con pie equinovaro bilateral, una malformación congénita. Sin hueso en la pierna izquierda, con un acortamiento de la tibia y el peroné, además de tener el pie al revés. Desde los seis meses hasta los 15 años me operaron 14 veces”, relata. Sin saberlo, las canastas iban a marcar su destino. Un día, una vecina suya que jugaba al baloncesto en silla llamó a su puerta y la invitó a probar en el equipo de los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara.

“No tenía ni idea de que existía el deporte adaptado. Al principio era reacia a sentarme en una silla porque no quería asumir que tenía una discapacidad, yo siempre les decía a todos que podía correr o hacer otras cosas como cualquier niña. Pero me enganchó y lo que empezó como un hobby se convirtió en un modo de vida”, recalca. Su estatura, envergadura y movimientos llamaban la atención. El salto de calidad no tardó en llegar, pese a su bisoñez ya era una perla. Ganó cuatro títulos consecutivos en los Juegos Nacionales y la selección mexicana la reclutó. Con la tricolor disputó mundiales, dos Juegos Parapanamericanos, varias Copas de América -logró el oro en 2010- y los Juegos Paralímpicos de Londres 2012.

La segunda oportunidad con el baloncesto

En 2013 aterrizó en España acompañando a su marido, Lalo Prieto, también jugador de baloncesto y que acababa de fichar por el Fundación Grupo Norte. Tenía entonces 21 años y le pidió a José Antonio de Castro, entrenador del equipo vallisoletano, que la dejase entrenar para mantenerse en forma. “Él fue muy sincero, me dijo que la plantilla estaba cerrada, pero le demostré lo que sabía hacer. A mitad de temporada me hicieron la ficha, pero apenas jugué minutos y me fui un año al Orto Tres Cruces de Zamora, de Primera División, donde asumí más responsabilidades”, explica.

Tras ese año de transición pasó cuatro cursos en el club de Valladolid en División de Honor. “Jugar en la mejor Liga del mundo y disputar competición europea me hizo crecer, gracias a ello soy quien soy. He compartido pista con grandes de este deporte, me he enfrentado a los mejores y he aprendido habilidades y otros recursos de esos jugadores de talla internacional”, apunta. A su lado ha tenido a un buen maestro, su esposo Lalo, del que ha absorbido como una esponja casi todo lo que sabe. “Es uno de mis referentes, es muy inteligente, sabe medir bien los espacios y es un buen tirador. Esas cosas se las he copiado”, asevera.

La pasada temporada tomaron una decisión difícil, él se marchó al Hyères de Francia y ella al UCAM de Murcia para enrolarse en el proyecto de la incombustible Sonia Ruiz. El próximo curso jugarán juntos en la ciudad murciana. “Separarnos fue duro, pero queríamos retos ambiciosos. Me encantó lo que me propusieron, era una gran oportunidad para mejorar y abrirme paso en la selección española. Lo que más me motivó e impulsó fue que iba a tener a mi lado a compañeras como Lourdes Ortega, Vicky Alonso, Beatriz Zudaire y Sonia”, comenta. En su primer año en tierras murcianas ha logrado el ascenso a División de Honor.

Desde 2015 lleva entrenando con el combinado español para entrar en la dinámica de grupo, aunque sin jugar partidos. La espera se le ha hecho eterna. “He seguido todas las competiciones de España, he sufrido como una más, sentía ansiedad y ganas de estar en la cancha, pero lo único que podía hacer era animar. Era duro, me sentía como si a un león le ponen un trozo de carne y le privan de comérselo. Pero así lo había decidido cuando viajé a México y hablé con mis padres, mis grandes apoyos, que me animaron a dar el paso. Cerré un ciclo con mi país natal, nunca olvidaré mis raíces, pero sentía la necesidad de defender la camiseta de España. Aquí me siento como en casa, en familia, me han dado cariño y afecto, llevo a esta tierra en el corazón”, indica.

En noviembre de 2019 le llegó la nacionalidad y cuando estaba a punto de alcanzar el último peldaño para estrenarse con la selección, la pandemia de coronavirus frenó sus aspiraciones. “Me invitaron a comer, pero el filete seguía ahí encima de la mesa. Estoy hambrienta por jugar con este equipo”, dice riendo. “Cuento las horas para disputar ese primer partido en los Juegos (China), se me pone la piel chinita cuando pienso en ello. Han sido cinco años de espera y el último fue agónico. En mi cabeza solo tenía el mismo pensamiento, ganarme un puesto con entrega y con el orgullo de ser española”, añade.

Abraham Carrión se congratula por disponer de una ‘guerrera’ con sus características, que le dará un plus al equipo. “Lo primero que destaco es su grado de compromiso, trabajo e ilusión, ha estado más de cuatro años entrenando con nosotros sabiendo que no podía jugar. Ha hipotecado su tiempo persiguiendo un sueño que sabía que era a muy largo plazo, eso dice mucho de su entrega y sacrificio. En pista es una jugadora con capacidad para defender y atacar gracias a su potente físico, puede anotar desde fuera y dentro, con mucha garra y corazón, competitiva y comprometida con el grupo, hace mejor a sus compañeras. Es un lujo contar con ella”, detalla el técnico jerezano.

Para ‘The Killer López’, como le ha bautizado Sonia Ruiz, los de Tokio serán sus segundos Juegos Paralímpicos. Llegó sin hacer ruido a la selección, tanto que solo un par de compañeras sabían que ya había estado en Londres 2012, nunca quiso ponerles los dientes largos. “Era nueva y en el vestuario hablaban del sueño de ir a unos Juegos, aspiraban a ello, pero preferí ser prudente y callármelo. Cuando ya lo supieron, les dije que es lo mejor que le puede pasar a un deportista. Todo el esfuerzo, el cansancio, las lesiones o frustraciones quedan tan chiquitos cuando llegas a un evento así. A Tokio llego con más madurez y con ganas de aportar lo que sé para que España alcance su objetivo. Somos soñadoras y vamos a pelear por las medallas”, remata la hispanomexicana.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Isa López

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