Antonio Martín ‘Niño’, un ‘killer’ del gol Gran Reserva

A sus 39 años, el malagueño lleva un cuarto de siglo perforando redes y sumando trofeos. Atraviesa por un momento dulce y confía en ayudar a la selección española de fútbol para ciegos a conquistar una medalla en los Juegos Paralímpicos de Tokio.

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Antonio Martín 'Niño' durante la final del Europeo de 2019 que conquistó España. Fuente: Fispic

Las calles de El Palo, barrio marinero de Málaga embriagado por el olor de los jazmines, el salitre y los espetos, alumbraron a un virtuoso del balón de cascabeles: Antonio Martín ‘Niño’, un futbolista que en un cuarto de siglo ha regado con su aroma del gol las redes de incontables porterías. Curtido en mil batallas, el andaluz envejece como el buen vino, no ha perdido olfato ni hambre, es un ‘killer’ Gran Reserva. A sus 39 años atraviesa por un momento dulce y está listo para seguir aportando su pólvora a la selección española de fútbol para ciegos, que en Tokio buscará regresar al altar en unos Juegos Paralímpicos.

La pasión por el fútbol iluminó su vida poco después de que la negrura se instalara en sus ojos. Tenía cuatro años cuando un medicamento inadecuado que un médico le prescribió para combatir la sinusitis le dañó el nervio óptico. “No recuerdo ningún rostro familiar, solo los colores y alguna de las gamberradas que hice de pequeño poco antes de quedarme ciego. Un día me escapé solo a un campo de golf que había cerca de casa para buscar bolas. Al regresar iba tan feliz mientras todo el mundo gritaba mi nombre y me buscaba, creían que me había perdido. Esa imagen es de las pocas que me vienen a la cabeza”, relata entre risas.

Él era un crío y no fue consciente del cambio tan brusco que sufrió, pero para sus padres fue traumático, movieron cielo y tierra con la esperanza de que su hijo recuperase la visión. “Hicieron de todo, recorrimos toda España para visitar a doctores, oculistas y hasta curanderos. Fuimos incluso a una clínica en Moscú y luego a un barco ruso en Gibraltar, pero en aquella época, años ochenta, no había tantos avances como hoy. Lo intentaron hasta que cumplí 13 años, cuando cansado ya de perder el tiempo, me planté y les dije que ya no iba a ningún sitio más. Que tendría que aprender a convivir con ello y que la vida continuaba”, confiesa.

Aunque al principio trató de tenerlo en una burbuja, su madre aceptó a darle la libertad que aquel osado renacuajo le reclamaba. “Eso es lo que me ayudó a forjarme, a ser independiente, a no sentirme diferente al resto. Ella me perseguía cuando me iba a la calle y un día le dije que no siempre estaría a mi lado, que me las tenía que ingeniar solo. Pese a que me espiaba desde la ventana, lo acabó por comprender. Y entre mis amigos era uno más, hacía lo mismo que el resto”, explica. Para él, esa oscuridad se alivió del todo cuando se cosió una pelota a los pies. En el pasillo de casa y abrazado a una barandilla metálica de un parque junto al Estadio de San Ignacio aprendió a chutar y a regatear. Desde entonces convirtió el gol en su forma de vivir.

El más joven en debutar en la Liga española

La edad mínima para jugar en la Liga española es a los 15 años, sin embargo, el paleño lo hizo de extranjis con 12. “He sido el más joven en debutar. La federación no se esperaba que alguien tan pequeño fuese a jugar, hasta que se dio cuenta y estuve casi tres años sin disputar un partido oficial”, comenta. Esa precocidad le granjeó el apodo de ‘Niño’, sobrenombre que aún mantiene: “De ese niño que recién empezaba queda la ilusión, incluso diría que tengo mucha más. También la competitividad y las ganas de mejorar, nunca me canso de aprender algo nuevo. Ahora saboreo más cada victoria o título que ganamos, con los años le he dado más importancia a las medallas conseguidas porque no sé cuándo será mi último partido”, asevera.

Como si viese a través de sus escleróticas opacas, el malagueño visualiza y dibuja en su cabeza cada jugada para plasmarla luego sobre el césped. “En el campo es donde me siento libre y mejor me manejo. El fútbol, además de permitirme viajar por el mundo, aprender diferentes culturas y aportarme grandes amistades, me ha enseñado valores como el compañerismo, además de darme la orientación y movilidad que luego aplico en la calle”, recalca. Su talento ha traspasado fronteras, llegando a jugar con el Apace el Brasileirao, la mejor liga del mundo, en Italia con la Roma, el AC Crema 1908 y el Liguria Calcio, y en Bélgica con el Charleroi.

“Salir al extranjero me ha hecho mejor futbolista, las barreras del idioma, los sistemas de juego y el hecho de estar con gente con la que nunca entreno hacen que me exprima mucho más y que saque un plus”, afirma. Precisamente, sus viajes a torneos internacionales le sirvieron como refugio para mantener viva la llama de la ilusión cuando le tocó lidiar con su peor etapa como deportista. Estuvo casi tres años sin vestir la elástica de ‘La Roja’. “La herida ya ha cicatrizado, pero fue muy duro, me hundí. A mí lo que me gusta es competir al más alto nivel y eso significa estar con la selección. Afortunadamente regresé en 2017 y confío en continuar hasta el día que me retire”, añade.

Su bautismo con España le llegó a los 16 años con un hattrick ante Francia en el Europeo de Oporto. A partir de ahí, sus guarismos han sido espectaculares: seis oros europeos, el último en Roma en 2019 siendo el máximo goleador, además de dos platas y un bronce continental. En mundiales cuenta con dos platas y dos bronces. En su museo de trofeos presume también de 11 ligas y 10 campeonatos nacionales con el ONCE Málaga, así como de numerosas botas de ‘pichichi’ y el premio a mejor jugador de la UEFA en 2005. Aunque dos medallas relucen sobre las demás, los bronces en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004 y de Londres 2012. “No me gusta hablar de lo que he ganado sino de lo que aún puedo ganar, soy inconformista. Sueño con un oro mundial y con jugar una final paralímpica”, matiza.

Una nueva oportunidad en los Juegos

En Tokio tendrá esa oportunidad que lleva nueve años esperando. ‘Niño’ llega a Japón con los colmillos afilados y sediento de triunfos. “Me perdí la cita de Río de Janeiro 2016 y pensé que ya no volvería nunca más a la selección, por eso afronto estos Juegos con más ganas e ilusión, como si fuesen los primeros. Ha sido la vez que más me he cuidado, he contado con un nutricionista y con un preparador físico, así que estoy en un buen momento. Me queda bastante gasolina, quiero trabajar, hacer goles y dejarme el alma en cada minuto que juegue para ayudar al equipo a lograr el objetivo, que no es otro que subir al podio”, explica.

‘La Roja’ se enfrentará en el grupo B a Tailandia, “un equipo muy peligroso en ataque con Panyawut Kupan y Kittikorn Baodee y muy agresivo, pero al que se le puede hacer daño ya que al jugar tan alegre dejan huecos atrás”; a Argentina, “súper competitiva y bien trabajada, defensivamente muy fuerte, con Maxi Espinillo creando peligro en ataque”; y a Marruecos, “la gran incógnita porque no sabemos cómo llega ya que, desde el Mundial, en el que le ganamos, no nos hemos enfrentado”.

“Por su historia y porque está capacitada para ello, España tiene la obligación de pelear por las medallas. No tenemos a una estrella que marque diferencias, nuestra virtud es el grupo, la solidaridad, la férrea defensa, las jugadas a balón parado y el no rendirse nunca. Sabemos competir y ocultar nuestras debilidades supliéndolas por coraje y garra. Tenemos que ponernos el mono de trabajo y sudar, aquí van los mejores y si no sales a tope desde el inicio te pintarán la cara. Hay mucha igualdad, podemos ganar y perder con cualquiera. Es un grupo complicado, pero hay que salir sin complejos y luchar cada partido como si fuese una final. Soñamos en grande, queremos esa medalla”, remata.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Antonio Martín ‘Niño’

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