Con una GAC Motoretta-2 amarilla pedaleaba raudo y feliz por las calles de su barrio de Benimàmet y por los alrededores de la casa que su familia tenía en Liria (Valencia). Con esa bicicleta, Ricardo Ten superó la primera barrera nada más abandonar el hospital. Tenía ocho años cuando sufrió la amputación de los brazos y de una pierna tras un accidente con un cable de alta tensión. Nada frenaría su vigor optimismo, aquel pipiolo contaba con redaños suficientes para encarar cualquier desafío. Con la natación dibujó un palmarés brillante durante dos décadas, hasta que se reencontró con el ciclismo, en el que ha sido campeón del mundo en pista y en carretera. Ahora, con 46 años y con el arrojo de aquel niño afronta sus sextos Juegos Paralímpicos, los primeros como ciclista, y con el premio de ser el abanderado español.
Su camino hasta el éxito lo ha labrado a base de resiliencia, disciplina, tesón y trabajo, valores que absorbió de crío, cuando se rebeló ante la ardua prueba que la vida le presentó. “Estábamos en una comida en la casa de campo de mis padres y fui con mi primo a la que tenían mis tíos en la misma zona. Aún se encontraba en obras, llena de andamios y nos pusimos a jugar por el tejado. Levanté un hierro y le dije ‘Mira que fuerte soy’, cuando del peso se me fue para atrás y tocó el tendido eléctrico”, relata. Le dejó el 75% de su cuerpo quemado y tuvieron que amputarle las extremidades superiores y una pierna. Pasó nueve meses en el antiguo hospital de La Fe (Valencia). “Lo que más me preocupaba era si volvería a montar en bici”, confiesa.
Y tanto que lo hizo. Su padre y su hermano se afanaron por adaptarle aquella mítica Motoretta de forma casera para apoyarse en el manillar y poder frenar. Así conquistó su primer maillot, el de la superación. “En ese momento supe que podía lograr cualquier cosa que me propusiera, aunque tuviera que esforzarme el doble. La bicicleta se convirtió en mi medio de transporte, se me daba bien e incluso a algunos amigos les costaba pillarme”, dice entre risas. La competitividad la lleva en la sangre, no le gusta perder a nada. Fútbol, baloncesto o tenis de mesa, a todo jugaba hasta que anochecía y llegaba a casa con los muñones llenos de llagas. Su mente pasó página en un chasquido y con su intrepidez y ganas de comerse el mundo se adaptó a su nueva situación a gran velocidad.
Más de 20 años de éxitos en la piscina
La piscina fue clave, en el agua forjó su leyenda con más de 40 medallas internacionales, así como tres oros, una plata y tres bronces en cinco Juegos Paralímpicos. “De todos ellos aprendí algo. En Atlanta 1996 debuté con una plata, pero me quedé con ganas de algo más. En Sídney 2000 alcancé el sueño del oro tras cuatro años trabajando duro, en Pekín 2008 repetí el oro en 100 braza y pude vivirlos junto a mi entrenador, Joaquín Madera. Londres 2012, donde saqué un bronce, me enseñó a disfrutar de cada momento. Y en Río de Janeiro 2016 fui quinto, me quedé a medio segundo del podio, aquello me dio una lección y me hizo valorar todo el esfuerzo realizado”, resume.
Con ese regusto amargo de Brasil su felicidad se vio erosionada, notó que la motivación se iba apagando y colgó el bañador tras 21 años al máximo nivel: “En cuánto vi que no podía estar en lo más alto cerré esa etapa”. Necesitaba aire nuevo, abandonar su piel de nadador y decidió dar un giro extra a su trayectoria deportiva. Con el ciclismo, que le había ayudado en ocasiones a ponerse a punto para la natación, recuperó la ilusión. En cuatro años ha mutado en una bestia feroz sobre las dos ruedas, en un ciclista con una voracidad incontrolable. “Mi idea era participar en pruebas nacionales, pero a todos nos sorprendió el nivel que mostré y el seleccionador, Félix García Casas, quiso contar conmigo”, comenta.
Otra vez envuelto en la vorágine de la alta competición, otra vez de viajes, concentraciones y campeonatos. Y sus resultados en apenas cuatro temporadas avalan su apuesta: 16 preseas en Copa del Mundo, en mundiales de carretera ganó una plata en Sudáfrica 2017, una plata y un bronce en Maniago (Italia) 2018, un oro en Emmen (Holanda) 2019, y un oro y una plata en Portugal 2021. Mientras que, en el velódromo, dos oros y un bronce en Río de Janeiro 2018, dos oros y un bronce en Apeldoorn (Holanda) 2019 y dos oros, una plata y un bronce en Milton (Canadá) 2020. Casi nada.
Un gran rendimiento en pista y en carretera
Su rendimiento es espectacular tanto en la pista como en el asfalto. “Mi edad es un hándicap grande, pensé que con los años iba a estancarme, pero veo que cada día evoluciono más y mientras que el cuerpo aguante seguiré disfrutando con lo que hago. Soy un velocista encerrado en un cuerpo de fondista, aún puedo pulir algunas carencias, como aprender a sufrir más en pruebas individuales, ya que cuando compito en grupo doy un plus más que cuando lo hago solo”, apunta. Este año se ha enfundado un nuevo maillot arco iris en la contrarreloj en carretera, aunque en la pista solo ha podido testarse en los entrenamientos en los velódromos de Luis Puig (Valencia), Galapagar (Madrid) y Palma de Mallorca.
“Me siento bastante fuerte, aunque el problema es que desconocemos cómo están mis rivales, así que vamos un poco a oscuras porque no tenemos esos datos”, lamenta. A Tokio, sus sextos Juegos, llega con un extra de motivación ya que es el abanderado del equipo español junto a Michelle Alonso: “Es un regalo más, estoy disfrutando como un niño con el ciclismo y poder portar la bandera de tu país y encabezar a mis compañeros en la ceremonia de inauguración es un orgullo, algo por lo que sueña cualquier deportista, la guinda al pastel de mi carrera. Eso sí, quizás haga el recorrido en silla de ruedas para no cargar tanto las piernas porque dos días después tengo mi prueba fuerte en la pista”.
Por el velódromo pasan sus mayores opciones de subir al podio, sobre todo, en la persecución (C1), en la que se enfundó el maillot arco iris en 2019. “Es la prueba en la que me siento más cómodo, puedo pelear por el oro, pero estará muy disputado. Los rivales a batir serán los chinos Zhangyu Li, vigente campeón paralímpico y del mundo, y Wicong Liang. He trabajado al máximo para conseguir el mejor resultado y lo afronto sin esa presión de otras ediciones en los que era una obsesión estar entre los tres primeros. Pero voy a por las medallas, me crezco en los momentos importantes”, informa. También disputará el kilómetro y formará parte del tridente español en la velocidad por equipos con Alfonso Cabello y Pablo Jaramillo, que está entre los favoritos para luchar por los metales.
Y en la competición en carretera en el Fuji International Speedway opta a las medallas en la contrarreloj C1, en la que es el actual campeón del mundo, y también en la ruta, pese a que en esta prueba tendrá que lidiar con corredores de otras clases (C1-3). “Trataré de dar mi mejor versión para ayudar a los compañeros, la medalla es difícil porque hay gente de mucha calidad, aunque en 2019 fui campeón mundial en Holanda superando incluso a los rivales de las demás categorías y los resultados más recientes me permiten ser optimista”, apostilla con una pícara sonrisa Ricardo Ten, un caso peculiar, un inconformista, un hombre sin límites.