Vicky Alonso acumula dos décadas brillando bajo los aros, es una de las ‘guerreras’ del baloncesto español en silla de ruedas, una luchadora incansable que en unos días cumplirá en Tokio el sueño de participar en unos Juegos Paralímpicos. El triple más importante de su vida no lo anotó en una cancha, sino en un hospital, donde empezó a forjar esa resiliencia y carácter indómito. Con solo nueve años tuvo que librar la batalla más dura, le amputaron la pierna derecha hasta la cadera a causa de un tumor óseo agresivo que le detectaron a tiempo.
La pesadilla empezó con un pequeño bulto al que sus familiares restaron importancia al principio. “Era muy trasto de niña, creíamos que era por cualquier golpe. Hasta que un día, en la prueba para el vestido de mi comunión, lo vieron raro y me llevaron al hospital. De Vigo me trasladaron de urgencias a Madrid, donde llegó el peor pronóstico, nos dijeron que la enfermedad estaba muy avanzada”, recuerda. Directa al quirófano y después quimioterapia.
“Me amputaron lo máximo que podían, había muchas probabilidades de que las células cancerosas pasaran a la sangre y ya no pudiese salir adelante. Estuve dos años ingresada, con infecciones, bajadas de defensas y múltiples operaciones”, prosigue. El calor de sus familiares y amigos le ayudaron a sobrellevar la situación, también influyó su fuerte personalidad pese a su bisoñez. “Nunca sentí pena de mí misma, me reía cuando veía que me faltaba una pierna. Lo peor vino cuando salí del hospital y te enfrentas a la vida real, tuve que madurar rápido, nunca me sentí inferior a nadie, pero en el cole el comportamiento de algunos compañeros no era el adecuado”, lamenta.
El deporte no apareció en su vida hasta los 18 años, cuando su profesor en la autoescuela, Diego Núñez -ex entrenador del Amfiv de Vigo-, le animó a probar el baloncesto. “Fue el 12 de octubre de 2001, era la primera vez que me sentaba en una silla, ya que hasta entonces caminaba con una prótesis”, confiesa. Mimar el balón, sentir el crepitar del parqué bajo sus ruedas y cada canasta que consigue los considera un regalo. “El mío es un caso raro, normalmente los niños no superan este cáncer. Fue una segunda oportunidad y la he aprovechado gracias al basket”, recalca.
En España, al no haber liga femenina, siempre ha tenido que jugar en equipos mixtos, primero en Vigo, luego en Basketmi Ferrol y ahora lo hace en el UCAM Murcia, con el que ha conseguido ascender a División de Honor este curso. “Ha sido uno de mis mayores logros y encima luchando a veces con un quinteto femenino junto a Sonia Ruiz, Beatriz Zudaire, Lourdes Ortega e Isa López. El medirme a chicos me ha fortalecido, aunque nosotras, para tener un nivel, tenemos que poner un plus en cada entrenamiento. Tanto en mi equipo como en la selección trato de aportar lucha, mi velocidad y los lanzamientos desde el exterior e interior”, dice. Por su bravura, fuerza, entrega y acierto en el tiro se ganó el apodo de ‘Vickynator’: “Me lo pusieron en Ferrol, soy muy peleona, nunca me impone quien tenga delante, lo doy todo en la cancha”.
“Tiene un gran físico, hay pocas jugadoras que en el uno contra uno la puedan parar. Trabajadora, con una capacidad de entrega encomiable durante los 40 minutos, posee un lanzamiento de media y larga distancia muy bueno. Es capaz de dominar todas las facetas del juego tanto interior como exterior y provoca que los equipos estén siempre corriendo detrás de ella, ayudándonos a montar los ataques mucho mejor”, radiografía el seleccionador español, Abraham Carrión, a su alumna.
La gallega, con más de 120 internacionalidades, ha contribuido a los últimos éxitos de España, que quedó cuarta en el Europeo de 2019 y se clasificó para unos Juegos Paralímpicos 29 años después. En Rotterdam, Vicky ayudó a sus compañeras pese a tener una fractura en la pelvis. “No me podía ni subir a la silla, sentía mucho dolor, pero los fisios hicieron un gran trabajo y aunque no pude disputar todos los minutos que quise, sí aporté mi granito. Fue un alivio cuando logramos el ansiado objetivo”, explica.
Llegar hasta Tokio ha sido un camino pedregoso, demasiadas barreras han tenido que sortear para obtener el caramelo de los Juegos. “Estuve en la reunión de Dos Hermanas (Sevilla) en 2002 donde la selección, tras unos años de inactividad, volvió a renacer. Han sido 19 años de trabajo, de sacrificar muchas cosas, de perder dinero, pero lo volvería a repetir. He visto caer a muchas jugadoras que no han podido conseguir este sueño y hemos tenido que superar muchos obstáculos, como la falta de oportunidades a las mujeres en nuestros equipos o las escasas concentraciones para preparar un torneo. Ha merecido la pena, ahora queremos disfrutar cada minuto”, sostiene.
En Tokio se medirán en la fase de grupos a Estados Unidos, Holanda, China y Argelia, pero a Vicky y compañía les sobran redaños y quieren más. “Hay que competir y dar lo máximo. En el Mundial de 2018 nos tocó el grupo más difícil, conseguimos ganar a Australia y tuvimos opciones de pelear por medallas, quedamos séptimas del mundo en nuestro primer campeonato tras 24 años de ausencia. Hay que soñar a lo grande, con la medalla de oro. El premio de estar en unos Juegos ya lo tenemos, ahora hay que marcarse un objetivo ambicioso. Podemos plantar cara a las potencias, a algunas ya les hemos dado algún susto y si desarrollamos nuestro juego podemos hacerles daño”, remata.