En las pasadas navidades, a Mari Carmen Paredes le regalaron un ‘Daruma’, ese amuleto japonés de los propósitos al que hay que pintar de negro la pupila de su ojo izquierdo mientras pensamos en una meta que deseamos alcanzar. Ella lo tenía claro y lo dejó grabado en su base: “Medalla en Tokio 2020”. En los días de bajón, el muñeco ovoide le iba recordando cuál era su meta, por muy arduo que fuese el camino, había que dar el cien por cien y nunca desfallecer. Subir al podio en unos Juegos Paralímpicos es el anhelo por el que lleva trabajando durante una década. En Río de Janeiro 2016 su sueño se vio truncado por una deshidratación. Ahora, con 58 años, la pionera maratoniana española llega en el mejor momento para cumplir ese objetivo.
Su éxito no viene precedido por la suerte o la superstición, sino por la perseverancia, el esfuerzo y la fe inquebrantable, valores que han alumbrado su travesía, devorando kilómetros y medallas, tanto en el asfalto como en la pista. El atletismo fue un bálsamo cuando la ceguera le llegó en 2007 por una degeneración en la mácula retiniana. Tuvo que colgar la bata de enfermera tras 25 años en el Hospital Clínic de Barcelona y cayó en una depresión. “No me lo creía, fue un palo tremendo, estuve con ansiedad, no sabía que me depararía el futuro. Pero tenía dos opciones: lamentarme en casa o salir y superar ese revés”, comenta.
No quiso perderse en un pañuelo de amargura, aceptó su nueva situación y optó por desempolvar las zapatillas y volver a correr. “De más joven, el único deporte que consumía era ir a ver los partidos de balonmano de mi marido y las competiciones de baloncesto de mis tres hijos. En 1991 me dio por hacer footing y al año siguiente hice mi primera maratón, en Barcelona. Lo tuve que dejar con el tercer embarazo y lo retomé tras mi enfermedad visual. El atletismo me rescató, fue la mejor terapia psicológica para salir del pozo”, confiesa.
Empezó a cosechar resultados en carreras populares y en la maratón de Carpi (Italia) 2011 llegó su debut como atleta de la Federación Española de Deportes para Ciegos. “Quedaba entre las primeras, así que empecé a creérmelo, soy muy competitiva y cada vez quería más. Incluso en el tartán destacaba. Un día, el seleccionador catalán, Miguel Ángel Torralba, me retó a correr por debajo de los 20 minutos en la prueba de 5.000 metros. Era la primera vez que pisaba una pista de atletismo, pero lo conseguí. Hice el récord de España y a partir de ahí todo se precipitó”, recuerda. De sus hazañas hay una que luce con mayor orgullo, el oro en la Copa del Mundo de maratón en Londres 2014, que estuvo aderezado con el récord del mundo en clase T12 tras parar el crono en 2:59.22.
Todos sus logros no se entenderían sin el apoyo incondicional de su guía y marido, Lorenzo Sánchez, con 70 maratones en sus piernas y numerosas victorias en categoría para veteranos. Era jugador de balonmano y llegó a competir en segunda división nacional, pero con 33 años, empujado por un compañero e influenciado por la gesta del etíope Abebe Bikila ganando descalzo la maratón en los Juegos de Roma 1960, se puso a correr y desde entonces no hay quien le frene. En los últimos 10 años se ha convertido en los ojos de Mari Carmen. “Al principio ella corría sola, pero se metía unas hostias increíbles y una tarde regresó a casa magullada tras tropezar con un bordillo que no vio. Yo no aspiraba a mejorar mis marcas, así que decidí acompañarla”, relata.
Para la barcelonesa, tener a su esposo al lado es como tener a un entrenador las 24 horas. “Sin él no habría llegado a ningún sitio. Es una gran ventaja, me planifica los entrenamientos, los viajes y las comidas. Muchos atletas ciegos abandonan porque les cuesta encontrar un guía y yo tengo la suerte de tener a uno que está al 100% conmigo”, subraya. “Tuve que cambiar mi mentalización, domar mi espíritu competitivo y adaptarme a ella. Como guía, estoy para ver lo que ella no puede, soy como un copiloto de rally, le voy cantando la información a seguir, los badenes, los giros o si hay algún imprevisto en la carretera. Vamos unidos codo con codo a través de una cuerda de 50 centímetros que nos inhabilita el movimiento de un brazo a cada uno, algo que hace difícil tener el mismo ritmo, cadencia y amplitud durante 42 kilómetros”, tercia Lorenzo.
Paredes estuvo en el debut del maratón femenino en los Juegos de Río de Janeiro 2016, aunque se marchó con sabor agridulce porque no acabó la prueba. “Tengo una espinita clavada, fui partícipe de un hecho histórico, pero la deshidratación me obligó a abandonar, fue la única vez que me retiré. Estaba hundida, mis marcas apuntaban a las medallas. Pensé que hasta ahí habíamos llegado, pero decidimos continuar hasta que el cuerpo aguantase”, asevera. Tokio 2020 fue el siguiente desafío que se marcó este tándem, que tuvo que superar obstáculos hasta sellar el billete para la cita en la capital japonesa.
En el Mundial de 2019 en Londres pasaron del bronce y la plaza para los Juegos a la descalificación porque el guía se adelantó un poco y la norma dice que nunca debe superar a la atleta a la que acompaña. “Estaba lesionada de los isquiotibiales, me había roto cinco semanas antes y solo me preparé en la piscina y con la elíptica. Salí última e iba llorando desde el primer metro por el dolor, pero me puse tercera, ya tenía la medalla en la mano. Quisimos coger al sprint a la brasileña Edneusa de Jesús, pero las piernas me fallaron y Lorenzo me sobrepasó. Nos lo comunicaron tres horas después de haberlo celebrado, fue otro golpe”, lamenta.
“Pese a su lesión, nunca me dijo de abandonar, iba llorando como una magdalena, pero acabó hasta esprintando en el último kilómetro. Eso demuestra su brutal capacidad de sacrificio y fuerza de voluntad”, añade Sánchez. No habían quemado su último cartucho. La catalana pasó por el quirófano y se recuperó tras el descanso obligado por la pandemia de la Covid-19 antes de encarar la maratón de Valencia en diciembre, en la que lograron la mínima para Tokio. En estos últimos meses se han preparado duro con una media de 135 kilómetros cada semana, más el trabajo de gimnasio. Esta vez, confían en que la humedad y el calor que se prevén en la ciudad nipona no les pase factura. También correrán los 1.500 metros para romper el hielo, aunque sin expectativas altas. Sus opciones de podio están en maratón.
“Tengo muy analizada a las atletas rivales, solo tres han ganado en alguna ocasión a Mari Carmen y solo hay dos con mejores marcas. Soy muy optimista, este año está incluso mejor que en 2014, cuando hizo el récord del mundo. Sabe sufrir desde el inicio, no se deja nada dentro y cada vez me lleva más con la lengua fuera, no tiene piedad de mí. Es cierto que cuando te enfrentas a altas temperaturas con 58 y 62 años como tenemos, el organismo no responde igual que con 30, pero estamos muy motivados y estoy seguro de que vamos a regresar a España con una medalla al cuello”, apunta Sánchez.
Paredes buscará ser la segunda maratoniana española, tras Elena Congost -oro en Río de Janeiro-, en conquistar una presea paralímpica. Ilusión y hambre no le faltan, se ve preparada para estar entre las tres mejores. “Quiero disfrutar cada minuto porque no sé si serán mis últimos Juegos. La ceguera me cerró una puerta, pero me abrió miles de ventanas, lo que estoy viviendo es un regalo. En la competición, la estrategia será marcar el ritmo que llevo entrenado, no fijarme en lo que hacen las demás y sufrir desde el primer kilómetro. El podio estará sobre tres horas y tres minutos, voy a luchar para estar en esos tiempos y no repetir lo de Río”, apostilla la catalana, que espera pintarle a su ‘Daruma’ el otro ojo, señal de que habría cumplido su deseo, una medalla en Tokio.