Cruz Ruiz, una longeva artesana del baloncesto en silla

La cántabra, a sus 56 años, ha sido reclutada por Abraham Carrión para los Juegos Paralímpicos de Tokio. “Es extraño a estas alturas, pero estoy feliz por volver a la selección española, disfruto el momento”, dice.

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La veterana jugadora, Cruz Ruiz, durante un partido con la selección española. Fuente: CPE

“Nunca es demasiado tarde para ser quien quieres ser. No hay límite en el tiempo”, dice Brad Pitt en el personaje de Benjamin Button. Una frase que encaja con Cruz Ruiz, cuyo extraño caso de longevidad le ha llevado a ser internacional con 56 años. La cántabra, la deportista más veterana en la División de Honor de baloncesto en silla de ruedas, redebutará con la selección española. Y lo hará en un escenario mágico: los Juegos Paralímpicos de Tokio. Vistió la elástica roja por última vez en 2015 y ya no esperaba que el tren parase en su estación. Hasta que Abraham Carrión le sacó un billete entre las 12 elegidas para la cita en Japón.

“Es extraño a estas alturas, una sorpresa, pero estoy feliz por volver, disfruto el momento. Tenía claro que si me llamaban no podía decir que no”, afirma. Continúa exprimiendo en el Servigest Burgos una carrera que comenzó en 1997 y en la que ha recogido recompensas a una edad en la que muchas ya están retiradas. Aún le queda gasolina y parece que la eterna juventud le acompaña. “Mientras el cuerpo aguante, seguiré dando caña. No hay secretos, me cuido bien y listo. A veces no salen las cosas como una desea, pero cada día me levanto pensando que tengo una oportunidad para hacer cosas nuevas y aprender”, explica.

La primera vez que agarró un balón fue en el pabellón del Centro de Recuperación de Personas con Discapacidad Física en Salamanca. Acababa de llegar procedente de Madrid, donde estudió Joyería, una de sus pasiones. “Se me daba muy bien la artesanía pese a tener dos o tres dedos en cada mano. Aunque no pude dedicarme a ello, solo estuve un par de meses en una fábrica siendo la única mujer hasta que un inspector me mandó para casa”, cuenta Cruz, que nació en Reinosa (Cantabria) con agenesia congénita, “tengo acortamiento en las piernas por la falta de huesos”.

Creció en Santander jugando al fútbol o al béisbol en la calle como una niña más entre sus amigos, y no fue hasta los 25 años cuando conoció el baloncesto en la ciudad salmantina. “Era la primera vez que me montaba en una silla, que parecían tanques de lo pesadas y robustas que eran. Regresé a mi tierra natal y jugué en el CD Valle de Camargo, pero al año siguiente me mudé a un pueblo de Burgos y ya no regresé a una cancha hasta seis años después porque no tenía coche para desplazarme”, relata.

Fichó por el Servigest, club burgalés en el que lleva 22 temporadas jugando en distintas categorías. “Hemos sido un equipo ascensor, pero ahora nos estamos asentando entre los mejores. Este año he podido disfrutar en División de Honor, he ganado en seguridad en mí misma, me siento muy querida y respetada”, apunta. Algo que no siempre fue así, ya que no lo tuvo fácil en sus inicios: “Algunos no veían bien lo de compartir pista con una mujer, apenas me dejaban hacer nada, pero a base de insistencia y bajo el espíritu de las contrariedades fui creciendo y haciéndome fuerte en un ambiente de hombres”.

Su experiencia con la selección

También fue partícipe en el renacimiento de la selección española femenina de la mano de Juan Bedia en 2003, debutando en el Europeo de Hamburgo (Alemania). “A partir de ahí las chicas decidimos que no podíamos dejar que la puerta se cerrara otra vez y se olvidaran de nosotras. Pero pasamos penurias, teníamos poco apoyo económico y encima, a veces gente de la federación nos echaba en cara que nos estábamos gastando el dinero del equipo masculino. Tuvimos que tragar mucho, nos movilizábamos por nuestra cuenta y hacíamos concentraciones en casas de jugadoras, con viajes pagados de nuestros bolsillos para jugar amistosos por España”, lamenta.

Después de disputar varios torneos internacionales, en el Europeo de Worcester (Gran Bretaña) 2015 dijo adiós a la selección. “Mis compañeras me firmaron una camiseta de despedida. Ya tenía una edad, mis padres se hacían mayores y no podía centrarme solo en el baloncesto. Pero parece que tengo mucha estrella y por sorpresa me llega esta oportunidad que no podía rechazar. Antes de la pandemia, Abraham me mandó un audio por Whatsapp y me dijo si quería probar con el equipo. Lo primero que pensé fue: ‘Manda huevos, a mi edad’. Pero yo que me pico enseguida, acepté la propuesta y aquí estoy, rumbo a Tokio”, subraya.

“Es la más veterana del grupo, no por internacionalidades, pero sí por edad, tiene un valor incalculable que siga practicando deporte en la máxima división de España y en la selección. Estamos muy contentos de tener a una jugadora con carácter y un sacrificio enorme, siempre predispuesta a aprender y a superarse, un ejemplo en el que mirarse, solo piensa en ayudar al equipo y eso es lo que nos gusta de ella”, menciona el técnico nacional. La cántabra es consciente de que no todo deportista tiene la posibilidad de vivir unos Juegos Paralímpicos, la guinda al pastel de su carrera.

“Estoy flotando, ha vuelto a aparecer esa ilusión que tenía soterrada, estoy muy contenta, sobre todo, por los que me rodean y me animan a continuar. Lo único malo es que vamos a estar confinados en la Villa, así que me llevo un baúl de pasatiempos”, dice riendo. Cruz espera aportar su experiencia y su granito de arena en la vuelta de España a unos Juegos 29 años después. “En la cancha soy una mosca cojonera o una perra de presa, soy intensa y siempre salgo a darlo todo. Las chicas están muy motivadas y fuertes, nos vamos a enfrentar a países muy potentes, pero no vamos de vacaciones, hemos trabajado duro para plantarles cara a las mejores, con mente fría y corazón caliente podemos dar alguna sorpresa”, añade.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Cruz Ruiz

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