Pundonor, constante sacrificio, brega, astucia o pura sangre son algunas de las características que dibujan en la cancha el perfil de Almudena Montiel, una fajadora sin remilgos bajo los aros, una jugadora no exenta de recursos técnicos a la que le complace bailar con la más fea del equipo rival, sin amilanarse. Una pieza necesaria que encaja en cualquier equipo porque aporta cosas dentro y fuera de la pista. Por eso, la selección española de baloncesto en silla de ruedas celebra su regreso tras casi tres años de ausencia. Hizo un parón para ser madre y vuelve con más hambre que nunca. El sacrificio da ahora sus réditos ya que forma parte de la plantilla que disputará unos Juegos Paralímpicos 29 años después.
La primera vez que agarró el balón anaranjado fue en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde se han forjado grandes referentes de este deporte. Allí pasó cuatro meses por la paraplejia que le provocó un accidente de coche en 2007. “Me rompí la espalda y me quedé con una lesión medular completa. Sorprendentemente lo digerí bien, nunca me estanqué en sentir lástima ni nada de eso. Tenía un problema, así que hice lo necesario para mejorarlo, trabajé en mi rehabilitación al máximo para poder volver a ser independiente lo antes posible. Las lágrimas no me iban a devolver las piernas, así que tenía que pasar a lo siguiente, que era aprender a vivir de un modo diferente”, explica.
La malagueña nunca había practicado deporte, “era una adolescente vaga”, confiesa entre risas. En el complejo hospitalario descubrió el baloncesto y fue amor a primera vista. “Me pareció impresionante, era como ver a gente de otro planeta, el contacto con las sillas, cómo se caían y levantaban sin pestañear. Empecé gracias a José Miguel López ‘Cole’, que era entrenador del equipo de Toledo y también el seleccionador nacional. Él me dio la oportunidad de probarlo en uno de los campamentos del hospital y desde entonces se convirtió en una pasión”, asegura. Solo cinco meses después del accidente comenzó a entrenar con el FAMF Málaga Más, heredero del histórico ADEMI, con el que jugó algunos partidos en Primera División.
“Recuerdo que éramos muy pocos y a veces se venían mis primos para que pudiésemos ser más gente en los entrenamientos. Al principio me costaba seguir el ritmo de juego ya que todo era nuevo para mí, pero me encantaba cuando conseguía defender a un grande o hacía pasillos”, relata. La base-escolta de Torremolinos recaló después en el Clínicas Rincón Amivel para ascender a la máxima categoría, aunque su debut en la División de Honor llegó en 2010 con el ONCE Andalucía, campeón de Liga, al lado de internacionales consagrados como Diego de Paz o Pablo Zarzuela y dirigido por Abraham Carrión, hoy seleccionador español.
Una carrera con muchos títulos
“Cuando me llamó para ficharme no me lo podía creer, fue una sensación increíble, un gran salto en mi carrera deportiva, aprendí muchísimo de mis compañeros, aunque lo más importante que me llevé es el trío con Lourdes Ortega y Vicky Pérez, quien se convirtió en parte de mi familia, siendo como una hermana para mí. Siempre decimos que lo que unió la ONCE, que no lo separe nadie”, dice con una sonrisa. Tras la desaparición del club regresó a casa, al Amivel, pero apenas duró unos meses porque se marchó a Madrid y Carrión la reclutó para el Fundosa ONCE -actual CD Ilunion-. En dos años y medio ganó tres ligas y tres Copas del Rey. Ahora lleva siete campañas en el Amiab Albacete, con el que levantó una Liga en 2018 y una Copa del Rey este curso.
En tierras manchegas conoció a la que es su pareja, Kyle Marsh, un ‘killer’ y uno de los talentos de la factoría británica. “De él intento aprender su lectura de juego, el ‘timing’ con el balón y algunos trucos por si se me puede pegar algo de su tiro. Ambos aprendemos el uno del otro en diferentes ámbitos, sobre todo, ahora con el peque, que es una aventura en la que somos novatos”, apunta. Tras el Mundial de Hamburgo (Alemania) en 2018, al que España acudía después de 24 años de sequía, la malagueña decidió darse un descanso, “tenía muchas ganas de ser mamá, era mi momento”. Hace dos años nació Nico, que puede estar muy orgulloso de tener una madre como ella, guerrera e imparable.
La maternidad no la frenó, al contrario, volvió a las pistas con más ganas. “Cuando vamos de espectadores me encanta llevarlo a los partidos y animar. Ya ha empezado a gritar ‘Defensa’, como su mamá”, ríe. Es todo un ejemplo de conciliación, lo único que ha cambiado son sus prioridades, ahora su príncipe le hace sentir plena. “Mi reincorporación ha sido mejor de lo que me imaginaba, he contado con el apoyo del club en determinados momentos y también tengo amigas que me ayudan para los partidos y viajes”, prosigue. Para ella, será duro separarse de su hijo en las próximas semanas, es el peaje que tiene que pagar por vivir su gran sueño desde que vistió la elástica de la selección por primera vez en 2009: estar en unos Juegos Paralímpicos.
España logró el billete tras ser cuarta en el Europeo de Rotterdam (Holanda) hace dos veranos, cuando ella estaba a punto de dar a luz. “Lo seguí como las locas gritándole a la tele, quería que sintieran que estaba con ellas remando a su lado. Hubo momentos complicados al verlas y no estar allí”, comenta. Su principal valedor, Abraham Carrión, le ha incluido en la lista para Tokio por todo lo que puede aportar a la selección. “Es una jugadora trabajadora, muy sacrificada, con un físico que destaca en su puntuación, es fuerte, le gusta ir al contacto y las peleas duras, algo que la convierte en una gran defensora. Tiene recursos para atacar por su manejo de balón y de silla. Es muy importante para nosotras, estamos contentas con su vuelta porque nos hace más fuertes y nos da más posibilidades de rotación”, analiza el técnico jerezano.
A sus 30 años, la andaluza está preparada para aportar esos famosos intangibles en el baloncesto, medirse a las rivales más grandes, proteger el aro, bloquear o liberar a las pívots. “Significa muchísimo poder llevar la camiseta junto a mis niñas. Cada partido es como ir a la guerra de la mano de tu pequeña familia, al final son demasiados años en los que ha llovido mucho y siempre nos mantenemos fuertes y unidas”, añade Montiel, que lamenta que no esté con ellas la cordobesa Veva Tapia, excluida de los Juegos por un cambio en los criterios para revisar el grado de discapacidad: “Se nota su ausencia, a todas nos ha roto un poquito el corazón”.
En la capital japonesa, el combinado nacional se enfrentará en la primera fase a Holanda, Estados Unidos, China y Argelia. “Siempre somos ambiciosas, un grupo muy competitivo y peleón que intenta luchar por lo máximo, ya luego veremos a dónde llegamos, pero también tenemos la mentalidad de disfrutar la experiencia. Hay que mostrar nuestra mejor versión, haciendo que las 12 jugadoras se conviertan en una misma persona en la pista. No dudo de que si hay algo que este equipo puede hacer es plantar cara a las grandes potencias”, finaliza.